¿Dónde tener mi infraestructura? ¿Cloud, on premise o híbrida?

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Nube Publica, privada, o hibrida

Las últimas dos décadas han visto surgir y desarrollarse, hasta dominar el escenario, una tecnología sin la cual hoy por hoy no se entiende en la infraestructura TI: la computación en la nube. Desde los orígenes de Amazon Web Services hasta la actualidad, el ‘cloud’ ha cambiado la forma de entender la organización de los recursos informáticos y los sistemas de empresas, administraciones y sociedades.  Las cifras que se manejan al referirse a su mercado permiten apreciar la magnitud de su importancia: solo en nube pública, Gartner estimaba que para 2022 se moverían unos 331.200 millones de dólares. Son previsiones de este mismo año de la firma de análisis, que sitúa además las inversiones en ‘cloud’ en el top tres de prioridades en temas de presupuesto para una de cada tres organizaciones.

Distintas opciones en el salto al ‘cloud’

Cuando se habla de tecnología en la nube, se suelen dividir las distintas opciones en tres modelos básicos: público, privado e híbrido. Es importante conocerlas y diferenciarlas claramente. En la ‘cloud’ pública, la empresa encarga a terceros la entrega a través de internet de los recursos contratados, como almacenamiento, red o servidores. Son propiedad de esos proveedores —AWS, Google Cloud y Azure son los que dominan el mercado— y, por tanto, son compartidos entre los clientes de cada firma. La nube privada, en cambio, es de uso exclusivo de un negocio, se tenga un centro de datos en propiedad o se contrate este a su proveedor. El entorno híbrido en ‘cloud’ se suele denominar como “lo mejor de los dos mundos”, como recuerdan desde Microsoft. Se combinan los modelos público y privado, eligiendo qué recurso de la TI se sitúa en cada ubicación en función de las necesidades de la compañía o de lo que se demande en cada momento. Después puedes leer este artículo sobre cómo una estrategia multi-nube puede acelerar tu transformación digital.

La compañía Red Hat tiene una práctica comparativa entre los distintos modelos en la que se plantea la elección del entorno empresarial a través de varias consideraciones. Por ejemplo, en relación al tipo de negocio, aquellos que manejen amplias cargas de trabajo o demandas fluctuantes pueden adaptarse mejor a un modelo público; las que sigan un patrón predecible, únicamente en privado; y también se puede optar por repartirlas, según las circunstancias concretas. Los entornos privados o híbridos se consideran más flexibles y adaptables a las necesidades concretas, especialmente el segundo. Desde Microsoft apuntan otro factor a tener en cuenta: la modalidad mixta puede ser una alternativa más sencilla para que las empresas que tienen todo en local accedan a la nube, ya que se facilita una migración gradual, que se puede ir ajustando según se vaya ganando en experiencia.

Aunque la nube pública tiene grandes recursos para seguridad y está muy cubierta ante posibles casos de fallo o parada, advierte Red Hat que se enfrenta a un rango más amplio de amenazas, y que además las responsabilidades están repartidas. Esto es, el tercero no cubre todo, sino que proteger las cargas de trabajo es tema del cliente. En general, se tiende a identificar la ‘cloud’ privada como más segura, dado que no se comparten los recursos con otras empresas, pero también todo el peso (y el gasto) de la seguridad recae en la propia empresa. De nuevo, en el híbrido se pueden formar combinaciones en función del negocio; por ejemplo, si se trabaja con información crítica, se tiende a mantener en local, donde se controla de primera mano, aunque para otros recursos, como aplicaciones, se contrate espacio en la nube pública a terceros.

La partida económica en la elección del entorno adecuado

Al calcular el retorno de la inversión en proyectos ‘cloud’ tampoco hay que limitarse a calcular el gasto en equipos y programas actual y previsto. Deben considerarse otros muchos aspectos, que se engloban dentro de los costes de la migración, como se señala en un ‘whitepaper’ de Dell EMC. Aquí entran un gran número de partidas: desde la tecnología precisa para realizar el propio proceso al coste de mantener ambos sistemas a la vez hasta que se complete la transición; el uso de nuevas licencias; la conectividad o las horas extra trabajadas; o la formación de la plantilla para poder desempeñarse correctamente con las nuevas herramientas. También pone en valor la importancia del coste de oportunidad, un término bajo el que entrarían aquellos proyectos o inversiones que no se pueden desarrollar precisamente porque los recursos están centrados en la transformación digital. Además del ROI, es conveniente considerar otras métricas, apuntan, como la que se basa en ‘Net Savings’ o ahorros netos y que involucra un estudio tanto del análisis coste-beneficio como del TCO o coste total de propiedad. En el estudio del periodo de reembolso se analiza cuánto tiempo costará recuperar la inversión, momento en que empezarán a percibirse realmente los ahorros derivados del proceso de transformación.

Otro punto a tener en cuenta a la hora de elegir un modelo es las posibilidades de escalar, en la que ya hay que comenzar a considerar, directamente, temas de costes. Es cierto que en el modelo público parece más sencillo escalar, dado que tiene a disposición del usuario más recursos. Además, es el proveedor el que asume los gastos en adquisiciones de equipos o programas y en mantenimiento; el usuario paga únicamente el servicio. Pero, avisa Red Hat, crecer en ‘cloud’ pública supone aumentar la partida de gastos operativos. Hacerlo en privado son gastos de capital, en tanto depende del ‘hardware’, bien sea por compra o alquiler.

En general, en el cálculo presupuestario, se acostumbra a identificar el modelo público con el ‘pago-por-uso’ y, por tanto, más acorde al gasto. Esta es una consideración con bastantes matices. Por ejemplo, la firma McKinsey advierte que para las corporaciones con arquitecturas TI complejas, el paso a entornos públicos se traduce en una gran cantidad de cuestiones añadidas, con temas operativos, tecnológicos, financieros y de seguridad que deberán ser enfrentados; de ahí la idoneidad, defienden, de una transición paulatina mediante configuraciones híbridas. De hecho, un estudio de IDG sitúa en un 24% la reducción de costes de TI derivada del paso a estos modelos.

Elegir el mejor para cada empresa depende de muchas cosas, que se resumen, fundamentalmente, en de qué sea el negocio, qué requisitos se le pida y cuánto se quiera pagar —o cómo se quiera asumir ese pago. Un error frecuente es centrarse en el factor económico, o hacerlo contemplando solo los gastos a corto plazo. Sin embargo, elegir el modelo de nube adecuado debe ser una decisión ponderada, en la que todos los aspectos anteriores tengan peso.

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